martes, 10 de octubre de 2017

Soy consciente e inconsciente de mi existencia. Mi vida pasa sin apuro pero rápido, pasa al costado y me atraviesa. Una sarta de imágenes que recuerdo y no vivo, viví pero quedó solo eso. Los días que pasan y se camuflan en la memoria, toman forma de memoria pero no hay nada atrás. Componen un viento que no toca, un viento de mente. Una calle azul me acuerdo no me acuerdo no sé si lo armé en mi cabeza o las cosas pasan en serio. Solo un cansancio, un trajín de vuelos mentales, una sobreestimulación torpe, tonta. El subte recorriendo imágenes del negro y de las luces de neon. La carreta que me arrastra y aún así la fuerza de los brazos para no terminar con la cara despedaza. Veo las luces oblicuas, las personas truncas, los gritos ahogados y fugaces. No me quejo, es inevitable, es invariable su avance, su carrera. Me raspo y siento la tierra. Entonces me doy cuenta de lo que ví, de que lo ví inútil, mal. Lo ví inentendible, descifrado a medias por mi inteligencia entorpecida por ruedas que me llevan. Mi voluntad está atada y no quiere, apenas intenta.

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