El movimiento de caderas
al ritmo de tambores de otra época
los pómulos cansados de frenesí
de ritmo inalcanzable
de estrella fugaz
que para un lado
y para el otro
se mueve
párpados caídos
de apreciación divina
movimientos térreos húmedos que agitan
el corazón a la izquierda
contempla con la sapiencia
de quién ya ha visto mil cosas
y que ve cómo un círculo infinito
se cierra en una nueva sorpresa
debajo de una pollera
que vela lo debido
lo justo y necesario
cómo dios manda
cómo dios agachado meneando
esparciendo en cada vibración
la magia de esas piernas
que algún día se esforzaron
para tocar el cielo