domingo, 19 de noviembre de 2017

Ya no se puede confiar en la realidad. La colonización del tiempo por la producción lo distorsiona, pasa de rápido a un nivel que uno no sabe si vivió las cosas o son imágenes implantadas. La frontera difusa entre lo virtual y lo material. Estamos tanto tiempo en una cómo en otra. Lo que sucede son bits pero estallan en cosas reales de repente y el tiempo que ahí también adquiere un carácter raro. Es una indefinición de los términos. Flexibiliza lo material, lo vuelve de ensueño. Vivir cómo vivimos causa un adormecimiento que solo lo derriba el brillo de la pantalla, el estímulo fugaz.

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